Cierto día el hermano mayor fue por Urruchúa para llevarlo a trabajar en todo lo concer-
niente en el campo, pero no precisamente en una chacra. Si bien el padre nunca fue
partidario de semejante idea, accedió.
Un señor llamado Labrue lo trataba cordialmente, podría decirse que su trato era pre-
ferencial ya que comía en su mesa y dormía en su habitación, mientras que los otros
peones vivían y dormían en los galpones.
En un principio su única obligación era recoger frutillas de la quinta y por la tarde pre-
parar y distribuir el mate cocido a los peones.
Al tiempo lo designaron boyero en una tropa de carros.
Una vez, a la hora del crepúsculo cargado de misterios acampaban en un campo de-
sértico. Tirados debajo del carro dormían los carreros, el vasco de cara al cielo estre-
llado, cubierto co su poncho escuchaba el grito o el gorjeo de las aves. Su mente di-
vagaba pensando en la pintura y en cuadros pintados por él.: Furiosas tormentas, ca-
rros cargados hundiéndose en suelos pantanosos.
Su modo de ser en ese entonces era por demás reservado, muy silencioso, respon-
sable y serio Nadie hubiera podido descubrir cómo se liberaba su alma al contemplar
los ocasos tormentosos, el viento huracanado, las lluvias torrenciales.
- "Nunca supe si mi entorno fue formando en mí un temperamento dramático o por el
contrario había nacidocon él"- Nos decía al recordar esa época
Lo cierto es que huía de todo lo billucioso, alegre y festivo, sólo se sentía atraído por
lo oscuro, doloroso o temible. Le gustaba y disfrutaba de la soledad y la quietud por-
que eso fustigaba su imaginación.
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