La noche anterior, cuando le dije a papá que iría a
estudiar dibujo se enfureció tanto que, tras el bre-
ve diálogo que tuvimos, tomó el mantel y tiró todo
al suelo, era la hora de la cena. Mamá sollozando
me dijo: - Pero nena, me hubieras dicho, tenés el
mismo carácter podrido de tu padre - Me encogí
de hombros - Mañana después de almorzar me
voy al taller del vasco, acordate - Y se acordó, al
día siguiente, cuando estaba por salir tomó el mo-
nedero - Te acompaño - me dijo.
El viaje se hizo interminable ya que no intercam-
biamos palabra alguna. Al llegar frente a la mole
gris de madera hice el esfuerzo de abrirla,presen-
tí que mamá se sentía incómoda por la mala im-
presión que le había causado aquel lugar. Al pie
de la escalera se tomó fuertemente del barandal
y exclamó: ¡Nena, vos estás segura! ¿¡Es aquí!?
- ¡Dale subí!, las apariencias, a veces, engañan.
Y sin más le di un suave empujón para que as-
cendiera y la seguí.
Eramos las primeras, Urruchúa intercambió con
ella algunas palabras de bienvenida. Nos senta-
mos y saqué el grabador.
Cuando estábamos todos los principiantes,éramos
cuatro,el secretario encendió la luz y empezó la
clase.
- Señorita, qué opina usted de las hormigas?-
- ¿De las hormigas, maestro? - me aseguré.
- Sí, señorita, cuando usted ve una hormiga,¿qué
hace? - insistió.
Lo miré turbada, en vano busqué respuestas rela-
cionadas con la pintura. - Las miro - arriesgué - me
encanta verlas cuando caminan cabeza abajo, y si
llevan una hoja muy grande se las saco para que no
sufran, las pobrecitas. -
- Le recomiendo que la deje tranquila y no le saque
nada, si lleva esa hoja es porque la eligió cuidadosa-
mente, esa es la que necesita y no otra.Si se la saca,
después puede que se le haga difícil conseguir una
igual. - Asentí culpable.
- ¿Y usted, señora? -
- ¡Ah, no! Yo las piso. - el acento era bien brasilero.
- De Brasil, ¡qué bello país!,soy un enamorado de los
paisajes y los colores,señora,hace poco lo visité y me
traje ese bichito que está ahí con las lechuzas, no sé
cómo se llama.
- Es un coruja,se parece a la lechuza pero es más pe-
queño, sí.
La señora impaciente movía un pié que tenía entrela-
zado al otro, se sacudía imperceptiblemente.
Urruchúa la miraba a los ojos,escudriñándola con las
manos cruzadas a la altura de la boca, acodado en
el posabrazos. La mirada penetrante duró un fugaz
momento. Luego se volteó afable hacia la otra señora
que contestó: - Yo las mato, maestro, si están en mi
jardín, si andan por ahí ni caso les hago.-
- ¿Y usted camarada?-
- Yo trabajo en un hospital y en mi consultorio, a de-
cir verdad no tengo tiempo para hormigas, maestro,
de eso se encarga mi señora.. -
- ¡Ajá!. Así están las cosas – ¿Y usted, señora? –
- Ella es mi mamá y vino a acompañarme - Le dije
sin darle tiempo a que contestara. Yo sabía que el
semón estaba en la punta de lengua,se escaparía en
cualquier momento.
- Encantado, señora. – Urruchúa muy atento se in-
corporó para estrecharle la mano. – Siéntase muy a
gusto,Señora, que en un rato terminamos,¿desea al-
go fresco para beber? – El maestro miró al secretario
haciéndole un gesto como para que se encargara del
pedido pero mamá Lucía se negó cortesmente,así es-
taba bien.
Urruchúa se puso de pie,saltó como resorte.–Y usted,
¿por qué me graba señorita? (se dirigía a mi, tenía el
micrófono en mano) Por que eso es un grabador,¿No?
(Asentí perpleja en silencio) ¿No sabe que aquí está
prohibido grabar? – Miré al secretario,no vino en mi a-
yuda - ¡No me gusta que me graben! – Estalló – Me
pongo incómodo, tartamudeo y no sé qué decir – Sin
más pedí disculpas, apagué el grabador y lo guardé.
El maestro se sentó y prosiguió como si nada hubiese
ocurrido.
- ¿Por qué preguntó por las hormigas? - quiso saber
el señor.
- Cuando usted desee conocer cómo es una persona
pregúntele por las hormigas. Romano, - dijo señalan-
do al secretario es una excelente persona, de niño no
sólo las mirba, se tiraba en el suelo y les cantaba una
marcha - El maestro le dedicó una cálida mirada y Ro-
manito enrojeció hasta la raiz de los cabellos.
- Bueno, entonces ahora le toca a usted,señorita, ¿qué
haría si entra a una habitación y se encuentra con un
desconocido. Usted le habla y el le da la espalda y se
esconde. ¿Qué haría? –
- Me presento e intento que me escuche, que sepa que
no le voy a hacer nada, no sé – Compredí que el maes-
tro nos estaba haciendo un test, me relajé y seguí con-
testando.
-Está bien, pero no basta, el desconocido se esconde
cuando le hablan - No hallé respuesta-¿Usted señora?.
La respuesta se sintió como un cachetazo – Doy media
vuelta y me voy – El vasco enarcó una ceja y sonrió no
esperaba otra cosa de la brasileña. –
- Hay que hacerce oír, gritarle para que nos escuche –
terció la otra señora.
- Sí pero no basta, el señor es muy huidizo, se esconde
y nos da la espalda -
- ¡Ah, no! Si me da la espalda lo doy vuelta de prepo y
le encajo una piña – Se dejó oir el señor.
– ¡Eso es camarada! Hay que provocarlo con violencia y
cuanta más violencia, mejor. Eso es lo que yo voy a ha-
cer con ustedes, provocarlos para que se expresen con
entera libertad.¡Cuánto más instinto, más libertad! Eso
es camarada, ¡Cuánta más libertad, mejor! Romano,
por favor – Romano trajo una pila de cartones pintados,
todos con cuadraditos o figuras geométricas de diferen-
tes colores.
- Esto es lo que ustedes tienen que hacer para el próxi-
mo sábado. En un cartón cualquiera hacen cuadraditos
de este modo o como se les ocurra pero pintan a cada
uno de un color diferente.– Mientras hablaba iba tirando
al piso los diversos cartones.– Así sabrán cómo suena la
orquesta que ustedes dirigen. - Con un largo puntero iba
señalando color por color de varios cartones. - El azul es
el clarinete, el naranja, un oboe y el rojo es uno de esos
tambores grandes, ¿cómo se llaman? -
- Timbales, mestro - le recordé.
- ¡Esos!, ¿ven?,cada cuadradito es un color de la orques-
ta que ustedes dirigen, así van a descubrír: "¿Qué soy yo
color?". ¿Me preguntaan algo? -
- ¿Quién pintó ese oscuro? – quiso saber la brasileña.
- Ese cartón tiene una historia muy particular, el mucha-
cho que lo hizo tenía instintos suicidas. Vino un tiempo
y desapareció. No sé qué habrá sido de su vida, espero
haberle inspirardo la fe necesaria como para que no lleva-
ra a cabo sus propósitos,pero lo ignoro.Muchas veces me
acuerdo de él…- Quedó ensimismado mirando el piso, la
señora lo trajo a la realidad.
- Maestro, le traje esta obra para que la viera –
- Señora eso es muy plástico y muy rico, haga los cuadra-
ditos para el sábado y después vemos.¿Me preguntan al-
go? -
- Permítame, señor – dijo mi mamá - Por qué no le dice
a mi hija que no venga, a mi marido no le gusta que
pierda el tiempo… -
- Mire señora – la interrumpió con respeto – Si yo le dije-
ra eso estaría negando la razón por la que vivo, dígale a
su esposo que no hay nada de malo con su hija, pues
ustedes, señora, no la conocen ni la mitad de lo que yo
sé de ella. Tiene un kilometraje tan extenso que aunque
recorriera un millón de kilómetros en el día no los va a
gastar porque los repone cuando duerme.Téngale con-
fianza y no tenga miedo que nada le ha de pasar,se sa-
be cuidar muy bien,y va a tener muy buena relación con
toda la gente que conozca ya que es poseedora de infi-
nitos canastos de alegría,y eso es un bien muy preciado,
señora. Sería una pena que interfirieran con su vocación.
El tiempo dirá, yo no sé quienes van a venir o no, pero
desde ya sé que ella me tiene una fe ciega, el doctor de-
penderá de su trabajo, la señora tiene poco y nada que
aprender y usted, señora (miró a la brasileña) está pen-
sando que soy un viejo chiflado. ¡No me importa nada!
¡Se quedará aquel que deba quedarse! ¿Me pregunta
algo más señora? – Se dirigió a mamá,respondió no, en
silencio, angustiada.
- Bueno, si no me preguntan nada, ¡Qué San Eustaquio
los proteja a todos! – Y dio por terminada la clase.
Ok, ya lo lei todo y me tienes clavada, estare a la espera de mas.
ResponderEliminar