Al día siguiente me encontré con Sandra en Avenida Directorio y Olivera, le en-
tregué la bolsa con sus cartones. Tomamos el 126 hasta San Juan y Entre Rí-
os. Les diré que mi condición sociable se vio bastante afectada durante el via-
je, la brasileña es una persona de pocas palabras.
Al encender la luz comenzó la clase y el ritual, no conocía a los alumnos, tal
vez por eso no recuerdo ningún hecho interesante ni anécdota que haya suce-
dido.Como es mi costumbre observaba todo y todo lo escuchaba con atención
pero mi intención era más la de percibir que la de recordar.
El maestro era un ser muy jovial y comunicativo, hacía chanzas: "chistos" de-
cía él, mantenia una cordialidad con todos y cada uno de los alumnos que re-
conocía. Si algo me llamó la atención es que casi siempre preguntaba los a-
pellidos del padre y de la madre y le daba mucha importancia a la ascenden-
cia de cada uno.Otra peculiaridad es que solía realizar comparaciones:"Com-
parancias" decía Urruchúa. El clima de la clase era totalmente distendido y
alegre. Y lo que muy pronto descubrí era su condición de Vidente Natural.
- Donde pongo el ojo pongo la bala, y siempre tengo razón. Aquí el único que
sabe y manda soy yo - Se ufanaba. ¡Y jamás se equivocó!
Después de los quince minutos de receso,pasamos al frente todos los nuevos.
Esta vez Romano no clavó los cartones, los dispuso en abanico contra la pa-
red y algunas sillas vacías.
- ¡Buenas tardes, camaradas! ¿Cómo andan todos? - No esperó la respuesta.
- ¿De quién son esos cartones?-
- Míos, maestro - Dijo el señor.
- ¿Cuál es su apellido, compañero?-
- Díaz, maestro -
- ¿Y la mamá? -
- Gómez. -
- Los dos españoles - el doctor asintió en silencio - Esté contento como está
Son unos cartones muy equilibrados en cuanto al color. Para el próximo sá-
bado me trae otra tanda y vemos, en estos hay un poco de exceso de rojo,
los nuevos que traiga, por favor,sin rojos ni naranjas.¿Estamos de acuerdo?-
- Como diga, maestro. -
- ¿Me pregunta algo? -
- No, maestro, gracias -
- ¿Y esos cartones que están ahí?, son suyos, verdad señora -
- Sí, maestro. -
- ¿Cuál es su apellido? -
- Dubois por parte de padre y Langlais por parte de madre.
- Los dos franceses, ¡qué bien! Usted es una pintora innata y hay que molestar-
la lo menos posible, para el sábado próximo me trae alguna naturaleza muer-
ta y otros de tema libre, ¿Me pregunta algo?
- No, maestro, gracias. -
- Y esos cartones de quién son - Miró a la brasileña, directamente a los ojos, e-
lla no respondió - Ya sé que ese zafarrancho es suyo, señora,¡no se esconda! -
Sandra tenía los pies cruzados y movía uno tan violentamente que se sacudía
visiblemente. Desvió la torva mirada del maestro.
- Tenga a bien contestarme, al menos, ¿cuál es su apellido?
- Farías Melo Matos de Rodriguez- Respondió altiva.
El vasco enarcó una ceja, sonriéndole con desdén - Deje tranquilo a su marido,
el pobre ya tiene demasiado con haberla elegido por esposa, señora -
- Y usted, ¿¡qué sabe!? - respondió Sandra furiosa.
- Con ese mamarracho que trajo sé más de lo que a usted le gustaría escuchar,
¿Empiezo? - La desafió
- No tengo nada que ocultar - Sandra de inclinaba ahora hacia el vasco con la ca-
beza bien alzada dio un empellón al aire, aceptando el desafío.
- Usted así lo quiso , señora - El maestro apacible, la miraba fijamente a los ojos,
la mirada era escrutadora, penetrante gélida. - En primer lugar voy a decirle que in-
tentó engañarme. Usted había comenzado a realizar los cartones de los cuadradi-
tos y luego los borroneó para saber si yo caía en el engaño. Lo que usted no sabe,
señora, es que este viejo sabe por viejo y por zorro. Cuando garabatean sobre una
superficie me dan más datos que con unos cuadraditos prolijamente armados. Y
usted es una impostora,señora,se lleva el mundo por delante con mucha prepoten-
cia porque se cree la dueña absoluta de la verdad. Pero yo sé que en el fondo es
una una pobre desgraciada que sufre mucho porque se siente sola, señora, usted
puede estar rodeada de gente, lo mismo da. Es una persona por demás introverti-
da y antisociable, inconformista y tremendamente triste que trata de ocultarse del
mundo, por eso tiene pocos amigos y no confía en nadie. - Sandra estaba roja de
indignación, era evidente que se lo quería comer crudo de ser eso posible - ¿Si-
go? - preguntó antes de que la brasileña explotara. Espero.
Como respuesta Sandra se levantó hecha un crío endemoniado, se fue sin decir
palabra, dio un portazo que hizo temblar las chapas de zinc. El maestro trató de
dulcificar la mirada cuando posó sus ojos en mi.
Un hombre sentado en la última fila se levantó aplaudiendo como poseso, siguió
batiendo palmas mientras avanzaba hacia Urruchúa.
La expectativa fue general El hombre dejó de aplaudir cuando se enfrentó al vasco.
- Y usted ¿quién es? - Urruchúa lo miraba entre sorprendido y desconcertado.
- El marido de la señora que se fue, maestro, ¡usted es un genio! - El hombre se
despidió con un fuerte apretón de manos y se fue. El alumnado estalló en silbidos
y aplausos para ambos, esposo y maestro.
- ¿Usted cómo se llama, señorita? -
- Favieri -
- ¿Y la mamá? -
- Motta - Contesté con suavidad, esperaba el reto.
- ¡Ah, canastitos de alegría!. - Afirmó mientras recordaba - Señorita, usted está bien
pero cuide la limpieza del color,por cada cuadradito que pinte mantenga limpio el pin-
cel con aguarrás y lo seca cuidadosamente con un trapo limpio. La mayor desgracia
de un pintor es el color sucio. ¿Me comprendió? - Asentí en silencio - Y no se deje
llevar por nadie, haga siempre lo que yo le digo y va a andar bien. Para el próximo sá-
bado repita la tarea, ¿Me preguntan algo?...¿No?, entonces ¡Qué San Eustaquio los
proteja a todos!-