Bajabamos la empinada escalera y la señora brasileña que
venía detrás mío y de mamá pisó mal el escalón sostenido
por cables y casi se cae a no ser por nosotras que la sos-
tuvimos. Una vez en el patio nos dio las gracias.
- Me llamo Susana - me presenté - ¿Y vos? -
- Sandra - contestó con una media sonrisa -
Mi aptitud sociable se desplegó al instante y luego de una
breve charla que pretendía conocernos apenas un poco me-
jor, le dije:
- Qué te parece si venís a mi atelier y realizamos la tarea
juntas -
La señora aceptó, intercambiamos direcciones y teléfonos
y al viernes siguiente nos juntamos para trabajar.
Sandra desplegó en la mesa unos pequeños cartones y
sus óleos, sacó de la bolsa los pinceles, algunos trapos
y la paleta.
-Armá el caballete de campaña - y la ayudé
Yo acomodé mis cartoncitos en el caballete y coloqué u-
na mesa entre ambas.
-Si necesitás algo podés tomarlo, sin más -
La mesa no era demasiado grande, estaba abarrotada de
óleos, frascos con pinceles, latas y trapos viejos.
- ¿Hace mucho que pintás? - quiso saber.
- Un montonazo, Desde muy niña andaba borroneando pa-
peles, ahora, como no quieren que vaya a la Facultad -
señale hacia la cocina, donde estaban mis padres - Me
decidí a estudiar dibujo y pintura reriamente. ¿Qué te pa-
reció Don Urruchúa? -
- ¡Es un viejo loco! - Excamó iracunda.
No pregunté más y me puse a trabajar, Me acordé de las
palabras que pronunció el vasco: "Usted señora,está pen-
sando que soy un viejo chiflado".Esa afirmación me había
sorprendido, ahora que sabía, estaba en lo cierto, me intri-
gaba.
Ya habíamos pintado tres de los deberes cuando Sandra
comenzó a desdibujar con el pincel todo lo que prolijamen-
te había pintado.
- ¿¡qué estás haciendo?! Así no es -
- Haceme caso. Te voy a demostrar que ese viejo está de
la nuca - Los colores que había elegido para pintar eran
tan oscuros y trágicos como los del alumno con ideas
suicidas que había comentado Urruchúa, Quedé atónita.
- ¿Qué estás esperando? - Lo dijo como una orden y no
sabría decir por qué le obedecí.Destruí sólo uno como pa-
ra darle gusto. Se retiró del caballete y miró a su cartón
sonriendo de manera extraña.
- Doy por terminada mi tarea -
- Dejalos que mañana los llevo, así no te ensucias con el ó-
leo - Asintió en silencio y tras una breve despedida se fue
sin más.