jueves, 28 de abril de 2011
domingo, 24 de abril de 2011
Demetrio Urruchúa, el maestro
Muchos comentan acerca de Demetrio Urruchúa como artista plástico y en general la obra que realizó como Maestro, se desconoce. Y esto es injusto, pues el Vasco sacrificó mucho tiempo personal para dedicárnoslo.
Y sí, yo también soy su obra. Frecuenté el taller de Carlos Calvo en la década del '70 y él se fue de este mundo sin que yo "estuviera hecha".Podría decirse que en aquel entonces yo estaba dándole fin a la adolescencia. Para aquella época buscaba con desesperación una guía, anduve buscando incansablemente al MAESTRO... "No podía ser que los Grandes Fantasmas,como Beethoven, por ejemplo, fueran los últimos valuartes de aquella mítica raza de Dragones que poblaron la tierra hasta el siglo XIX"...
Y la etérea figura del Vasco emerge como si buscara corporizarse a través de mi acto evocativo. Vuelvo a ver el sereno semblante, las líneas suaves, los ojos color miel enmarcados por cejas blancas, abultadas y revueltas; el aire dulce y meditativo que escondía un carácter fuerte, por momentos irascible. Aquella sencillez, aquella fortaleza no eran una mera ficción. Una llama pura que ilumina y reconforta, pero nunca se consume, ardía en el alma del maestro. Ese fuego, hacía germinar en él un nuevo renacer de sus cenizas. El impulso creador se había transferido a su vida; y su vida, en virtud de una secreta pero sustancial correspondencia daba vida a nuestras vidas, formando nuestra personalidad éticamente libre y activa, mediante la armónica síntesis de todas las energías. Intentaba hacernos conciliar la sensibilidad y la razón, cabeza y corazón, para que pudiésemos participar en la Verdad única de nuestro Ser Interior: “nuestra verdadera geografía”
Para el maestro el arte significaba el reflejo transfigurado del más íntimo sentir, de la fuerza amorosa y creativa, de los sueños e ideales más puros; creía posible que cada uno de nosotros se inventaría un destino de pintor para lograr insertarse en el mundo con una visión única, auténtica y genuina, y así poder crecer y manifestarnos desarrollando los dones espirituales que son innatos.
Para aquellos que lo han vivído, es espontáneo el recuerdo de cualquier sábado a la tarde, adentro de aquel insólito cubo de zinc, todos amuchados haciendo crujir el piso de madera hasta el límite del derrumbe. En la precariedad de nuestro Templo se podía sentir todo, delirarnos todo, tocar con los ojos toda esa constelación de objetos que colgaban de las paredes ( lechuzas embalsamadas, osamentas sin gloria, aperos llenos de polvo y cacharros rotos ) que acentuaban la humilde dignidad de la ceremonia: Ibamos pasando de a uno para mostrarle nuestras obras, el producto de una semana de trabajo. Quién no recuerda aquel famoso banquillo de los acusados, denominación dada desde tiempo inmemorial al sillón en el cual se sentaba el alumno al cual le tocaba en suerte exponer sus cuadros. Quién no se sintió un artista excelso y al rato andaba de capa caída gracias al estallido que se alzaba terrible en su grandeza para enfrentar la osadía de un muchacho cuya fuerza residía sólo en la juventud inexperta, abandonando el banquillo y toda pretención como un perro con el rabo entre las piernas. Yo lo he sentido encresparse en todo su poderío absoluto para luego volver a serenarse, iluminándo su rostro ante la presencia de alguna promesa futura. Quién no recuerda sus palabras proféticas, sus consejos sabios, los secretos más íntimos que de nuestra persona, Manuela (una Lechuza embalsamada) le soplaba a sus oídos. Quién no recuerda al Vasco, sentado en su viejo sillón, al costado del gran panel de madera aglomerada, en una semi penumbra, con la mirada fija y perdida en algún abismo que lo atraía hacia sí. Quién no vuelve a escuchar aquella frase que daba por finalizada una clase: Qué San Eustaquio los proteja a todos". Quién de todos aquellos que han pasado por ese taller de Carlos Calvo al 1700 no recuerdan de cuando en vez alguna anécdota, alguna emoción, algún día preciso y precioso de su vida.
Quién no recuerda aquel 2 de octubre del '78 en la S.A.A.P en donde velaron sus restos. Quién no se estremeció al ver la imagen serena de su rostro como tallado en cera, quieto e indefenso que llevaba impreso la marca de la muerte. Quién no ha llorado con mudas lagrimas al ver el rostro amado que conservaba en los ojos hundidos tras los pesados párpados, las mejillas flojas que expresaban una inusitada resignación, renuncia, abandono, un atisbo de misteriosa fuerza que perdura más allá de la miseria humana, de un hombre que ha sido vencido por la muerte. Quién no se mostró incrédulo y desolado por esa contundente realidad que le quitaba toda posibilidad de demostrarle el amor incondicional que cada uno sentía. Quién pudo asimilar rápidamente esa doliente humanidad que había sucumbido en los brazos de la muerte. Quién, en ese momento, pudo aferrarse a la loca fantasía de un Espíritu libre y esencial que trascendía los umbrales de la Muerte... Quién!!!!!??????
Y ahí estabamos en el crematorio de Chacarita. El cielo plomizo, la neblina espesa avanzando como fríos dedos entre los sepulcros, la persistente llovizna que acompañaba nuestro lúgubre sentir. Nos apoyabamos unos con otros dándonos fuerza. Eramos la imagen de la desolación.
La idea de la muerte me era familiar, pues estaba íntimamente vinculada a la vida, algo así como su sombra. Pero ahora esta sombra separada de la Luz que emanaba su Ser, se extendía en mi espíritu sumiéndolo en la más tenebrosa oscuridad, provocándome una indolora perplejidad, como aquel que ve correr la sangre sin sentir el dolor de su herida.
El recuerdo que se me impone es el de un compañero, amigo de la familia, que le entregó a la Sra. Amalia Tallarico (viuda de Urruchúa) las dos urnas con las canizas del Vasco.
-Dos urnas!!!??? - exclamó la mujer
-Y sí... El vasco era muy grande...
*El Arte es como el Amor, no tiene teorías, Es o no es"... Demetrio Urruchúa. (1975)
El taller de la Libertad.
Urruchúa no tenía la menor duda que debía ser pintor, ya que más allá de su sacrificio,
dedicación y entusiasmo, no podía dejar de serlo.
-"Que quién les habla sufrió mucho para llegar a la Gran Pintura, sufrió como un perro,
pero llegó" - nos decía.
Amaba su taller en el que tantos padecimientos había sufrido en invierno y en verano.
Allí había trabajado sin descanso para mantener a su familia,también había sido frecuen-
tado por toda clase de gente,tal es así que al poco tiempo se hizo famoso en muchas
cuadras a la redonda. Después de haberse mudado al piso de la calle Alvear no lo dejó,
por el contrario lo mantuvo como atelier personal.Allí se fueron congregando tal cantidad
de alumnos que siguió con su tarea de guía.
"Viví entre mis alumnos horas tan agradables que no creo que maestro alguno las haya
vivido" Escribió en su libro "Memorias de un pintor".
Lo visitaba diariamente, a diario realizaba el mismo ritual: Abría la mole gris de entrada,
el tintinear de las llaves convocaba al cuzquito blanco y negro de la gallega que lo recibía
a grandes saltos y no le permitía avanzar.
-Ven aquí,infierno con patas - voceaba la mujer desde la primer pieza -suelta a ese hom-
bre - Y la figura regordeta de Doña Consuelo se dejaba ver en el claro del patio, escoba
en mano amenazaba al inquieto Averno que intentaba escabullirse de la paliza que nunca
llegaba.
- Buenas tardes, maestro -
- Buenas tardes, señora - sonriente la dejaba mascullando amagos contra su descarado
chucho.
Urruchúa avanzaba con pasos cortos y firmes,subía la escalera de hierro a rombos abría
la puerta de madera gris, desdibujándose en la penumbra cálida de las primeras horas de
la tarde. Tomaba la escoba y barría cuidadosamente el suelo desparejo.No podía pintar si
no barría.Después se disponía a realizar alguna obra. A la media tarde tomaba alguna me-
rienda frugal y dejaba de pintar a la hora del crepúsculo para volver a su casa.
Y comenzó el año 1974
Llegué al taller muy contenta con mi rollo de verduras y limones debajo del brazo. Era
una de las primeras, Romano anotó mi nombre en su libreta y me acomodé en la mis-
ma silla de siempre. El bullicio se fue acrescentando a medida que se acercaban las
catorce, hora en que se encendió la luz y comenzó la clase.
Romano llamó a dos de los primeros alumnos que habían llegado, clavó con tachuelas
los cartones.
- ¿Cómo cree que anda Camarada? -
- Digamos que bien, maestro -
- Sí, esto esta bastante armónico, ese rojo chilla un poquito,yo lo apagaría con una piz-
ca de verde esmeralda,para que entone con el resto,pero anda bien,¿Me pregunta algo?-
- No, maestro, gracias -
Urruchúa estaba parado delante de dos naturalezas muertas, que para mi no descolla-
ban en nada. En apariencia eran similares a las del otro muchacho, pero el vasco iba y
venía con aire socarrón e inquieto.
- ¿De quiés son esos cartones? -
- Míos maestro, - Un muchacho pelirrojo alzó la mano, estaba sentado en la segunda fi-
la, no en el banco de la primera como le correspondía.
- ¿Por qué se esconde compañero? ¿En qué anda que no quiere dar la cara? -
El muchahco se sonrió y no le contestó, parecían entenderse sin palabras.
- Si usted no me deja yo no puedo decir lo que veo -
Silencio
- ¡Vamos camarada! ¿Se hace cargo? - lo seguía desafiando el maestro -
El muchacho soltó una sonora carcajada. - Y, hable no más, maestro, no hay nada que
ocultar -
- Entonces ¿está todo bien y no hubo heridos? Porque, el guiño luminoso que allí se ve
es de un arma blanca, ¿Sigo? -
-Ya está maestro, me descubrió -
- Pero ¿me va a negar que anoche usted muy compadrito se las vio con alguien y saca-
ron a relucir las sevillanas? - Afirmó Urruchúa enarcando una ceja y una sonrisa pícara
- Todo bien, maestro, está en lo cierto. -
- Mírenlo a éste se me ha venido fanfarrón - Urruchúa lo señaló con la cabeza y se sentó
- Esto está muy bien de no ser por la sevillana, compañero - Los que conocían al mucha-
cho se echaron a reír.
- Esté contento como está Pero para la próxima vez tenga más cuidado,con la vida no se
juega, alguien puede salir herido y el otro termina en una celda. ¿Me pregunta algo? -
-No, maestro, gracias -
- Bueno, ¡qué San Eustaquio los proteja a los dos, especialmente a este para que no se
meta más en líos! - Exclamó guiñándonos un ojo.
Al volver del recreo pasaron dos señoras:
- Cómo anda usted, señora -
- No sé, maestro - respondió sonriente y humilde
- Esto anda a las mil maravillas, señora, usted tendría que saber todo de usted,pues es u-
na pintora que promete. ¿qué opina de su sonrisa, señora? -
La mujer lo miró como avergonzada sin saber qué responder.
- Ahí está el problema,usted tiene una sonrisa encantadora y no lo sabe.Sonría siempre,es
muy bonita y no tiene por qué ocultarlo. Igual que sus pinturas que son hermosas y no las
defiende. ¿Me comprendió? - La mujer asentía ruborizada - ¿Me pregunta algo? -
- No maestro, gracias -
- Y ese cartón es suyo - miró a la mayor
- Sí, maestro, y me encanta lo que hago -
- En verdad no sé qué hacer con usted,no me entiende,no me escucha o no quiere hacerme
caso. ¡No me importa nada! Quizá su fuerza esté en la perseverancia siga pintando pero se-
pa que, lo que trajo no está nada bien muy por el contrario - La señora le sonreía como si
hubiese hablado maravillas de sus insípidos cartones.
- ¿Me preguntan algo? ¿No? ¡Qué San Eustaquio las proteja a las dos!.
Canastitos de alegría
De aquel año no recuerdo demasiado, en mi mente se arremolinan imágenes que no
logro organizar pues todo se me hace bastante confuso.
Lo que sí sé es que un día llegó al taller una alumna nueva que pasó al frente sola.
- ¿Cómo se llama usted, señora? -
- Estela Bogomolni, maestro -
- ¿Y la mamá? -
- (Dijo un apellido que no recuerdo) -
- ¿De qué origen son? -
- Los dos rusos, maestro -
La señora estaba sentada al borde del sillón como si un exceso de humildad la tuviera
allí clavada.Había presentado una naturaleza muerta, para mi,muy extraña y varios car-
tones pequeños con el deber de los cuadraditos.
El maestro la oradaba con la mirada.
- ¿Qué espera encontrar aquí? -
- Mire, maestro, yo siento que necesito expresarme, cada cuadradito lo pinté con una
fuerza que me salía de las entrañas-Acompañó las palabras con el gesto.Algunos alum-
nos se rieron, el maestro los fulminó con la mirada.
- La naturaleza muerta es bastante original, podría decirse, le falta cocina pero va muy
bien -
-¿Qué es cocina, maestro? Disculpe mi ignorancia. -
- Aquí no hay nada que disculpar, usted está aquí para aprender, cocina es cuando se
elabora más el color en la paleta. ¿Me entiende? -
- Perfectamente, maestro, y esos trabajos - Señaló los cuadraditos.
-Están bien, hay alguna disonancia por exceso de rojo, pero en general esto anda bien.
Usted sufrió mucho, señora,tuvo una infancia muy dura una adolescencia difícil y ya va
siendo hora de que comience a expresarse libremente para sentirse feliz - La mujer ya
no lo miraba, sollozaba calladamente con la barbilla pegada al pecho - Así es, seño -
ra ya es tiempo de dejar todo atrás y comenzar de cero para ser una cifra, como siem-
pre digo. ¿Sabía usted que si esta niña? - Se alzó apenas del sillón y buscaba algo o
a alguien en la penunbra - ¿Dónde está canastitos? -
- Aquí, maestro - le respondí sonriendo, alcé una mano y la movía para que me viese.
- ¿Sabía usted señora que esta niña es poseedora de toda la alegría que a usted le fal-
ta? Ella posee innumerables canastitos de alegría que con sólo uno que le regale usted
sería la persona más feliz del universo - Se volvió hacia mi - ¿Le regala uno? -
- ¡Por supuesto, maestro!, si se pudiera... Seguía parada y sonriéndole alegremente.
- Es cierto, ¡ojalá se pudiera! Pero la alegría es como el amor se siente o no, no se la
puede comprar o regalar. Siga pintando tranquila, señora, pinte libremente, cuanto más
verduras mejor. ¿Me pregunta algo? -
La señora negó con la cabeza, mientras enjugaba sus lágrimas con un pequeño pañue-
lo. Si no me pregunta nada, entonces ¡Qué San Eustaquio la proteja y le de alegría! -
Desde ese día el maestro me llamaba "canastitos" y de cuando en vez me preguntaba
si podía regalar alguno. También fue para ese entonces que comencé a tomar nota de
algunas frases, alguna anécdota, alguna "comparancia" Algo para recordar por siempre
Algo para tenerlo presente si es que fallaba la memoria.
-
Flores de casamiento
Ese sábado de agosto llegué bastante tarde porque tuve la visita de unos tíos a la ho-
ra de almorzar y no pude deshacerme del compromiso familiar,por lo que salí de casa
lo sufucientemente retrasada como para pasar al frente luego del recreo.
Cuando Romano llamó, caí en cuenta que mi compañera era una muchacha que fre-
cuentaba por primera vez el taller.
La joven vestía una especie de túnica de dos lienzos gruesos atados a la cintura de un
modo original, tenía el cabello castaño muy largo y bien cuidado y les diré que no re-
cuerdo sus facciones,pero su porte era regio, tal es así que cuando me quise sentar el
maestro me sugirió la dejara sentar en el sillón.Como ese día el taller estaba repleto no
tuve otra opción que la de sentarme en el suelo.Romanito clavó con tachuelas toda la
cantidad de cuadros que ella había llevado: Varios paisajes de ocasos y amaneceres
marinos, y otros tantos jarrones con flores multicolores.Mis tres naturalezas muertas,si
bien no eran demasiado pequeñas, no podían competir con tanta fastuosidad.
Luego de la correspondiente presentación formal y rigurosa con los dos apellido, de pa-
dre y madre, Urruchúa cordialmente quiso saber más acerca de la alumna nueva.
- ¿De qué origen son? -
- Los dos islraelíes , maestro -
- Usted también es israelí, señorita -
- No, soy argentina pero hace poco regresé de Israel, me invitaron para realizar una ex-
posición.-
- ¿Estos son los cuadros que usted mostró en ella?-
- Sí, y tuve críticas muy favorables, mi familia está orgullosa...-
- Disculpe que la interrumpa, señorita, quiero saber si siempre pinta estos temas -
Urruchúa ya estaba acodado en el posabrazos con las manos cruzadas en el mentón,
la voz no había variado era totalmente afable.
- Sí, adoro el mar, especialmente a estas horas, maestro, los rojos son tan intensos,
los amarillos tan brillantes, y ese cielo entre azul y violáceo, son colores a los que no
puedo resistirme.
- Y ¿las flores? -
- ¡Ah, sí! también las flores,son indispensables para poner un toque muy colorido y variado.
Como verá los jarrones están pintados de diferentes colores para satisfacer el gusto de
cada espectador .
La muchacha se expresaba acompañando las frases con ademanes muy sueltos y feme-
ninos, casi podría decir seductores.
- Y por simple curiosidad, señorita, ¿vendió alguno? -
- ¿Puede creer que no?, pero seguramente el año próximo... -
- ¡Bueno, terminemos con tanto palabrerío! -Exclamó Urruchúa casi como un bramido que
sobresaltó a la joven - Aquí mis alumnos no se andan con tantas explicaciones y eso que
presentan muy buenas obras,porque todo lo que trajo puede tirarlo a la basura.No sirve pa-
ra nada -
- ¡¿Cómo dice?! - Estalló la muchacha, olvidando su amanerada majestuosidad.
- Lo qué oyó, señorita,esas marinas no son si no postales copiadas de cualquier parte y las
flores son de casamiento, están demasiado perfectitas, prolijas, ¡un disparate! Y le digo más,
ve esos cartones que están ahí - se refería a los míos - ¡son mejores que los suyos! - vocife-
ró de tal modo que hasta yo me sobresalté - Y eso que la señorita es un desastre. Pero se
puede ser un mal pintor pero nunca un mentiroso, ella todavía tiene tiempo de crecer y desa-
rrollarse, mientras que usted, si sigue por este camino no va a llegar a ninguna parte. Si pre-
tende ser mi alumna tiene que comenzar como todos, recibir la primer clase y hacer todo lo
que yo le diga. Aquí el único que sabe y manda soy yo - Esas son mis condiciones, pero us-
ted está muy creída y agrandada, no creo que tenga la sufuciente humildad para lograrlo.
La joven se levantó indignada y sin preámbulos, ayudada por Romano fue descolgando sus
telas enmarcadas.
- ¿Me pregunta algo? - Se dirigió a mi ya más apaciguado.
- No, maestro, gracias -
- Pues ¿qué San Eustaquio la proteja!, señorita -
En silencio esperé a que Romano me diera mis cartoncitos, y me fui a sentar.
Zapatos Rotos
Aquella tarde de noviembre era soleada y sin nubes.Cuando llegué me pareció raro ver
a Urruchúa sentado de piernas cruzadas como si luciera muy horondo un par de zapa-
tos viejos al cual se le veía un gran agujero en la suela. Me senté detrás de él, me pre-
gunté qué pasaría. La clase comenzó normalmente lo diferente esta vez era que al sen-
tare siempre adoptaba idéntica actitud. Yo seguía realmente intrigada.
Pasó una alumna muy elegante de cabello renegrido sujeto en rodete con una bella he-
billa de color peltre con arabescos y mostasillas.Había presentado una serie de bellísi-
mos dibujos coloreados,se notaba que tenía una gran trayectoria pues el maestro la tra-
taba con respeto y como a una igual. Se paró para admirar los dibujos.
- Esto anda a las mil maravillas, y usted lo sabe. ¿Se acuerda cuando la tuve sin hablar
una sóla palabra al principio -
Ella se rió al recordar, -Sí, maestro -
Urruchúa se sentó y le explico a la clase:
-Pues esta señora que está sentada aquí,cuando vino tenía mucho carácter y le gusta -
ba polemizar sin estar hecha, todavía, entonces yo la hice callar y le dije que hablaría
sólo cuando yo se lo permitiera. Sé que le costó mucho, pero me hizo caso y ahí está
el resultado, es una de las más grandes dibujantes de la actualidd y aprendió lo que es
la humildad. ¿Tengo o no tengo razón? - Le preguntó a ella
- Totalmente, maestro - y la sonrisa era cada vez más amplia y cómplice.
-Realmente es usted muy buena, señora y no tengo nada que decir de sus obras, salvo
que siga dibujando así, pues lo hace como los dioses -
- Gracias, maestro -
La señora se levantó para recoger los trabajos que ya desclavaba Romanito, la gente que
la conocía amagó un aplauso que se perdió en el bullicio que desataron las felicitaciones.
Al tiempo la encontré guiando a los que como yo frecuentabamos la Sociedad Estímulo
de Bellas Artes y por el lapso de un año apróximadamente fue mi maestra.
Cuando llegó el momento del recreo, Urruchúa volvió a sentarse con las piernas cruzadas
para lucir los desvencijados zapatos. Se le acercó un señor alto, corpulento y rubio que le
dijo:
- Maestro, yo tengo una zapatería muy bien puesta, si no se ofende, puedo traerle un par
nuevo para que pueda cambiarse esos -
- ¡De ninguna manera!.tengo un montón de zapatos nuevos pero de vez en cuando me gus-
ta ponerme estos que han sido los fieles testigos de tantas correrías y me han acompaña-
do en momentos buenos y difíciles, a la prueba está. Yo le agradezco el gesto de corazón
compañero, pero no puedo aceptar su oferta, sería como serle infiel a mis compañeros de
tantos momentos que me encanta recordar cuando me los pongo. -
Y no se habó más del asunto, el hombre hizo una breve inclinación de cabeza a modo de
disculpas y el maestro sonriente siguió moviendo el pie para que el agujero de la suela no
pasara desapercibido.
La mujer del manto amarillo claro
Aquella noche dormía plácidamente hasta que se despertó a las tres y cuarto de la ma-
drugada, a tientas intentó llegar a la puerta cuando se llevó por delante la mesita ratona,
ahogó un quejido y se frotó vigorosamente la rodilla. Una vez en la cocina tomó un vaso
de agua y volvió a la cama. Se acostó boca arriba para realizar los ejercicios de respira -
ción que lograrían relajarlo para volver a dormir,pero esta vez lo sorprendió una experien-
cia paranormal. Sintió que salía de su cuerpo y que volaba rápidamente "Qué cuernos
me está pasando" pensó, pero se tranquilizó cuando sintió que una Presencia benéfica
lo acompañaba en el viaje. Quedó suspendido en un cielo profundamente oscuro y es-
trellado. Allí se dibujó con una letra color naranja fluorescente el nombre Vidor y un ape-
llido vasco que apenas pudo leer,porque comenzó a caer lentamente en picada hacia un
paisaje que le era conocido. Estaba en la Vasconia española. Allí se vio descargando
quesos en un recinto. Al terminar la tarea tomó un largo palo y fue hasta el corral, se lle-
varía a las cabras y ovejas a pastorear en la ladera de una montaña,para descender a la
hora del ocaso, Sabía que era una tarea que repetía diariamente. Una noche pasó por u-
na casa lujosa que tenía una ventana abierta, desde donde estaba vio a una mujer con
un manto amarillo claro que se miraba al espejo para luego peinar su larga cabellera del
color de las castañas. Amaba a esa mujer en silencio.Lo sabía. pero estaba comprome-
tida con alguien de su linaje.
Los domingos al amanecer paseaba por las calles solitarias de su pueblo y entraba a un
gran taller cuando lo abrían, ahí el bullicio era alegre, todos bocetaban parte de un mural
que pronto realizarían, los vio transferir cada parte al muro y al más joven de los aprendi-
ces mortero en mano, machacar los pigmentos que luego repartiría para que los otros
encaramados a gigantescos andamios pudieran utilizar. Los miraba fascinado y ansioso
por compartir esa experiencia que imaginaba, lo dejaría extraordinariamente satisfecho.
Al despertar sentía una rara sensación en el estómago,apenas si desayunó y se fue bal-
bucenando una excusa para ir a su taller.
Después de barrer se sentó frente a un lienzo blanco y trazó el perfil de una mujer, cuan-
do le agregó el manto su corazón se aceleró de un modo incomprensible. No fue difícil
terminarla.
Ese día no pintó otra cosa, se quedó admirando a la mujer de perfil con manto amarillo
claro y ensoñando. Tuvo la certeza que esa había sido su vida anterior.
Compromiso social en el arte...
Fue a mediados del año 1975 cuando comencé a tomar nota de casi todo lo que suce-
día en el taller.
Urruchúa estaba de muy buen humor : "Hoy esoy de malas, hoy estoy charlatán" nos
dijo.
Ese sábado pasó al frente un alumno que llevaba dos cuadros de grandes dimensiones
- ¿Cómo anda esto camarada? -
- Bien maestro, pero me siento como atado -
-Así es. compañero, el arte es como una droga, como una amante demasiado exigente
que nos abandona si no le damos el lugar que le corresponde.Y¿Qué le impide soltarse?-
-Yo sé qué debo hacer, pero me cuesta, todo me etá costando mucho -
- El miedo es el peor enemigo del ser, a veces hay que tomar el toro por los cuernos -
El alumno se veía muy turbado.
- Esté contento como está, ya va llegando la oportunidad se soltarse,no la desperdicie-
-Entiendo, maestro -
-De el primer salto y se sorprenderá cuando se encuentre en pleno vuelo¿Me pregunta al-
go? -
Silencio
- En el ambiente se me consideraba hombre de izquierda enrolado en la pintura compro -
metida, En verdad no sé por qué especialmente a mí, si casi todos los pintores de ese
momento estaban en mi mismo lugar. Seguí adelante no me importó. Spilimbergo, por
nombrar a alguien, él frecuentaba mi taller y teníamos largas charlas no siempre rela-
cionadas con la pintura ya que era muy conversador. Tenía el hábito de polemizar ya
que nunca eludía una controversia, podíamos estar de acuerdo o no, lo cierto es que
yo siempre me enriquecía escuchándolo. Era un toro, con arranques de violencia des-
piadada que le duraba unos minutos, después me tendía su mano amiga y con un ges-
to quedaba todo olvidado. Era una persona noble, justa, desinteresada y honesta a car-
ta cabal. Recuerdo que un día que habíamos salido de juerga, lo traía colgado en un
semiabrazo, estaba borracho como una cuba,en eso me lleva hacia un árbol y me dice
- "Ves, con eso hago yo una obra de arte" - Lo que señalaba era un tacho de basura.
Él no era hombre de estar ausente en los problemas sociales ni vivía dándole la espalda
a la vida, Fue el constructor activo de una pintura contenporánea que se apoyó en la na-
turaleza y desechó las teorías y la moda. Comprendía que ser original y disidente con el
medio no implicaba ser incomprensible, espectacular o desorbitado.Al que tardé en cono-
cer, por esas cosas que tiene el destino es a Enrique Policastro. Su ubicación frente al
paisaje es silenciosa, el tono dramático de la llanura y la montaña fue generando humil-
dad en su corazón de hombre y de artista . No está fuera del compromiso social, por el
contrario, sus grandes composiciones norteñas son una especie de palpitante testimonio
acusatorio. Para llegar a la gran pintura hay que liberarse, comprometerse,de lo contrario
no sirve.El arte no es el comprometido si no el artista.El arte siempre será libre,el hombre
elige como expresarse. Es bien sabido que el mundo se está confabulando para destruir
la libertad,por eso cada uno debe estar bien parado sobre bases seguras para no desvirtuar
la narración de los acontecimientos,el artista es el mejor historiador pues es una parte esen -
cial de la vida misma.El artista tiene que ser como un semidios en la tierra,nada lo debe de-
tener. ¿Me entendió? -
-Sí, maestro, lo voy a intentar, se lo prometo -
Fue ese día que estaba hablando del compromiso social del artista cuando me preguntó:
-Señorita, si tuviese que elegir a un escritor ruso, ¿a cuál eligiría?-
- A Dovstoiesky, maestro -
-No, señorita, usted es como Gorki, se nota que va camino a la pintura social y eso no es un
crimen. ¿Leyó "La Madre"? ¿No?, pues se la recomiendo - Usted es humanista como él, le
duelen las injusticias,es más le diría que no las soporta,como no soporta las mentiras, ¿Qué
le va usté a hacer?. Ya veremos si tengo o no razón.Por ahora, ¡Qué San Eustaquio la proteja!.
Ser maestro es mi vida...
Cuando Urruchúa anunciaba que daría una clase especial en donde nos daba concep-
tos específicos del artista plástico y su obra, al sábado siguiente el taller se colmaba
de gente. Daba la clase en un tono suave, mesurado y convincente. Fue en una de e-
sas clases que dio sobre "claroscuro" cuando nos dijo:
"Ejerzo la docencia por que me gusta. Yo no enseño nada, sólo guío. El mérito del lo-
gro está en el esfuerzo de cada uno y es todo de mis alumnos. Yo sé que entre uste-
des aún existe esa fuerza vital que los llevará a una pintura humanizada y por lo mis-
mo será fiel a los más altos principios sobre el arte.Lo importante es que no olviden lo
que siempre proclamé a los cuatro vientos: Arte es libertad, esa liertad que les dara el
instinto y los guiará a su propia geografía,a lo que hay de esencial y único en cada uno
de ustedes. Aunque se esté condicionado a un principio moral esto no afectará la liber-
tad en el campo interpretativo. Ya les repetí hasta el cansancio que un artirsta es un
ser privilegiado que guarda un perfecto equilibrio entre razón y locura. Si es todo razón
es un estúpido cualquiera y si es todo locura hay que encerrarlo. De modo que esta
comprensión incontrovertible me habilita para orientarlos, formarlos, esclarecerlos y de
ser necesario, juzgarlos en público. No puedo dejar de creer que de estas nuevas gene-
raciones también saldrán magníficos pintores. y no puedo negar que cuando pienso en
cada uno de ustedes me inflo de orgullo. No es vanidad, no lo puedo evitar.
Además todo es posible muy en el fondo de nuestro propio mundo personal. Todo ser
es una caja de sorpresas, hay que tener la paciencia y habilidad suficiente como para
esperarlo. Eso es lo que yo hago aquí, esperar que se manifieste el artista que cada
uno lleva encerrado bajo siente candados, porque ganar la libertad no es facil camara-
das. Cuando yo era joven y veía algo inusual, un mamarracho, si veía a la persona no
podía evitar el burlarme de él. Ahora las cosas han cambiado, cuando uno va creciendo
tiene más experiencia y más sabe de los seres y de la vida, y cuando veo algo inusual
veo todos los hechos y el por qué esa persona pinta como pinta. Yo antes atropellaba:
que pim pam pum -reafirmaba las palabras con puñetazos al aire -pero la vida es sabia
y me enseñó a respetar a cada ser por ser único e irrepetible.
Yo no sé cuánto me queda de vida, no sé en verdad hasta cuándo podré acompañarlos
sólo les pido que para cuando parta no me lloren, estoy preparado.La verdad física exis-
te y hay que respetarla. ¡Vaya si será sabia la vida! que nos da un cuerpo sano fuerte y
poderoso en la juventud y con los años se va desgastando al punto tal de que podamos
abandonarlo, de que por los achaques que vienen con la edad nos vayamos desapegan-
do de esta vestidura de carne y huesos la cual se va tornando inservible con los años.
Cuando el médico me dijo que sufría de parkinson me llené de rabia, vine al taller y llo-
ré, lloré mucho como un niño y pensaba cómo podría pintar si temblaban mis manos.
Después comprendí que así era tal como debía ser y la bronca dio paso a esta casi
resignación. No vale presentar batalla a lo inexorable.
Me iré sabiendo que los dejo encaminados, que seguirán su vida, que algunos se acor-
darán de este viejo en los momentos duros cuando estén en una encrucijada. Y si de-
bo serles totalmente honesto, me iré en paz, pues mi misión ha sido cumplida".
La mujer como compañera del hombre, mural.
Cuando estalló la guerra civil española Urruchúa estaba pasando por un mal momento
económico y disponía de muy poco tiempo para dedicarse al arte.
-En la pista se ven los pingos - nos contaba - en los peores momentos comencé a co-
nocer a fondo a mi esposa. Ella emprendió una empecinada lucha por nuestra hija re-
cién nacida. Sin emitir un sólo reproche me ayudaba con la pintura decorativa que en
ese entonces era mi trabajo. Me vi obligado a decorar platos,biombos chinos, jarrones
y todo cuanto significaba adornos de estilo provenzal. Ella los pulía y patinaba, pero
aún así no ganabamos para comer. Nos vimos obligados a trasladarnos varias veces
hasta que ella encontró este taller y aquí nos quedamos. Por ese entonces se vivía un
desbande en las corrientes pictóricas,muy natural en esos días ya que cuando la exal-
tación política azota a un pueblo, nada escapa a su influencia. -
Una mañana los Urruchúa recibienron en el taller a dos matrimonios,se presentaron co-
mo visitantes uruguayos que querían conocerlo.Traían con ellos el pedido de que realiza-
ra en su país un trabajo al fresco. Luego de una charla que duró tres días las mujeres
expusieron con lujo de detalle lo que pretendían que hiciera. Para Urruchúa, estaban
queriendo realizar un cuadro grande y no un mural, por lo que les dijo:
-Todo puede ser excluido en un cuadro de caballete, menos la pintura, pero un mural es
diferente, no puede faltar el tema, se parte de él hacia la realización plástica. -
Lo cierto que era la primera vez que se enfrentaba a resolver problemas de alta composi-
ción geométrica en un muro de más de cien metros,que si bien tenía un boceto aprobado
desconfiaba de sí mismo y de la realidad visual que debía conquistar.
Después de muchas cavilaciones se le ocurrió dividir el muro en cinco paneles para obli-
gar al espectador a detenerse y contemplar.Estos paneles estarían separados por cariá-
tides y cada una de ella debía simbolizar el tema desarrollado en el panel.Pero no esta-
ba conforme,necesitaba un hilo conductor que comenzara en el primer panel y finalizara
en el último. Después de pensar y repensar la solución, le apareció la idea de una cinta
que fuese explicando en una leyenda preclara,un canto simbólico, que comenzaba en el
primer panel, culminaba en el último, pasando y perdiéndose entre las cinco cariátides.
Manos a la obra, trabajó más de un año y quedó conforme con su trabajo.
Una tarde cuando el mural estaba muy avanzado, llegó una comitiva que entró a la sala
como una tromba sin saludar siquiera. -"Quién autorizó ésto" - profirió un señor regordete
alzando la voz, con gestos amenazantes.El vasco asombrado le respondió- "El Ministerio
y la intendencia" -
El singular personaje dio unos pasos hacia el maestro y lo increpó:"Estas son figuras sub-
versivas. Esto lo arreglo yo mañana mismo" - Dio media vuelta y sin más se fue.
Perplejo, Urruchúa miró a su ayudante que simulaba poner cara seria pero no podía ocultar
una sonrisa de asombro.El vasco no había reaccionado.León era un buen hombre, un buen
amigo y mejor ayudante, Urruchúa sabía que podía contar con él para lo que fuese. Y si
bien no tenía muy en claro aún cual sería la venganza, pues estaba seguro que ese bicho
raro volvería, le dijo - "León, este hombre volverá mañana,y quiero recibirlo como se merece,
Le pido por favor que ni bien entre la comitiva tome un balde y desaparezca de la escena,
disimuladamente finge que va en busca de arena y cal. Porque yo voy a subier al andamio y
desde allí una vez que tenga la atención de todos les arrojaré a la cabeza todo el contenido
de este tacho de pintura amarilla.Después seguramente habrá gresca y de estar aquí se ve-
ría obligado a intervenir. Es por este motivo que le pido, salga de la sala." -
Pero el hombre no apareció.Urruchúa lo estuvo esperando casi toda la tarde con el tacho en
la mano.
Después de aquella experiencia alucinante, en la mente de Urruchúa comenzó a germinar la
idea de un taller de arte mural que se concreto recién en 1945 con Berni,Castagnino, Colmei-
ro, Spilimbergo y él. Juntos pintaron la Galería de Flores y la Galería Pacífico.
Los Cristos catalanes..
Cada sábado tenía una pincelada diferente, con diferentes matices. Se me ocurre que
contado de este modo se pierde todo el sentimiento,el color de las voces, la algarabía
constante, y esa irrepetible sensación de estar en el lugar correcto. La mera descrip-
ción se me hace fria, como una estampa que no tiene movimiento, puede sugerir pe -
ro lo esencial no está dicho, De todos modos seguiré en este intento.
Recuerdo un sábado que pasaron dos alumnas:
- Cuál es su apellido señora -
- Liberati -
- ¿Y la mamá?-
- Baigorria -
La alumna había presentado unos trabajos por demás primitivos, aunque no naif, te-
nían todo el carácter de la sangre vasca.
-Esto anda muy bien señora, su pintura tiene esa carácterística propia que a muchos
pintores les cuesta adquirir. Esté contenta como está. Hay que dejarla libre para que
encuentre el camino hacia su propia geaografía. ¡Me pregunta algo? -
- A mi me gustaría que no fueran tan infantiles, maestro, parece la pintura de un niño -
- Usted está equivocada, señora, eso nunca lo hubiese pintado un crío, no es una pin-
tura ingenua, es primitiva.Usted aún no se da cuenta de nada por que es muy nuevita
El alumno debe ser orientado hacia su interior,mucho antes que hacia los objetos.Por
que la gran pintura se esconde en el miterioso arcano de lo subjetivo. La cosas se e-
ternizan cuando ellas,a través de todos los tiempos siguen hablandole al hombre.Cuan-
do la voz del artista sea acallada por la ausencia,su espíritu no podrá desaparecer ni su
verdad será abatida.El artista no hace otra cosa que darle al mundo lo que recibe de és-
te.Los primitivos crisianos son los que verdaderamente hicieron una revolución por amor
a Dios.De ahí que la pintura de las primeras iglesias sean más ardientes,más mística y
pujante que la pintura renacentista. Los Cristos catalanes son de un fervor tan genuino
que abren los cielos como la aurora más esplendente. Son estatuillas cuya profundidad
paraliza poque plasma la espiritualidad de una época. Y usted, señora es tan primitiva
que nos deja sin aliento por lo instintiva, por lo genuina, Aquí no hay mula, hay corazón -
La señora Liberati aún lo miraba sin estar convencida.
- ¿Me pregunta algo? -
- No, maestro, aunque igualmente tengo mis dudas... -
- ¡No me importa nada! ¡Vasca tenía que ser! Hágame caso pues yo no miento nunca,
¿Me entendió? -
La alumna asintió silenciosamente.
- Y usted, ¿cómo se llama, señorita? -
- Nada, maestro -
- ¡Le pregunto que cómo se llama!- El maestro levantó lo voz para ser oído con claridad.
- Nada, maestro, mi apellido es Nada -
Urruchúa la miró con picardía, la simpleza de la respuesta no la esperaba.
- ¡Ni Medio!, ¡se llama Ni Medio!- estalló en una sonrisa plena, llena de pícara franqueza
- Bueno, señorita Ni Medio, sus cartones son sanos, carentes de toda malicia. Esté
contenta como está, que va muy bien. ¿Me pregunta algo? -
- No maestro, gracias -
Entonces, ¿qué San Eustaquio las proteja a las dos! -
La fe en el arte...
El sábado amaneció frío y lluvioso, pero eso no era motivo para que los alumnos falta-
ran la cita,Era la primera,pasé al frente con una mujer alta y elegante:
- ¡cómo cree que anda usted señorita?-
-No sé, maestro, pero yo me siento muy feliz pintando -
La joven había presentado una serie de cartones pintados con pastel oleoso.
- ¿Sabe, maestro? ahora al pastel lo trabajo con detergente, da placer pintar por cómo
corre la barra sobre la tela, es una delicia -
- Me parece bien que explores nuevas formas de cocinar el material,pero tenga cuidado
no deshaga los planos del fondo, estos tienen que cantar el color, si es rojo debe dar
la sensación de tal, aquí en éste especialmente, se nota un poco de ruido,¿Me entien-
de? -
-Sí maestro por supuesto, es que a veces me pongo a pintar y me olvido de todo.
Eso está bien, se nota que hay alegría en ellos, pero cuídeme un poco más la entereza
del color de cada plano, no puede ser tratado todo de igual modo de lo contrario el color
estaría como fragmentado en pedacitos y eso no es pintura. ¿Me pregunta algo? -
- No maestro, gracias -
El vasco se paró nuevamente para mirar mis obras, estaba muy serio,cuando me enfren-
tó preguntó:
- ¿Esos cartones son suyos,no? - Asentí en silencio - Señorita,sabía que los búhos vue-
lan?-
Lo miré perleja, había entendido burros en vez de búhos y ahí se me complicó. Intenté
pensar cómo sería un burro volando, me imaginaba a un sin fin de pegasos petisos y
panzones surcando el cielo con alas como ángeles, de qué color serían, en qué país
existirían.
- Los búhos no vuelas , señorita - me sonrió con indulgente ternura - apenas si saltan co-
mo las gallinas, pero usted me creyó, ¿no señorita? - Como toda respuesta enrojecí has-
ta la raíz de los cabellos,si hasta me creí que los burros volaban - Eso es fe, señorita,us-
ted me tiene una fe como ciega, y si yo afirmo algo descabellado usted se lo cree a pie
juntillas. No es malo tener fe, muy por el contrario. Hace ya mucho tiempo me debatía
ferozmente, sobre qué era la forma en el arte y adónde llegaría por el camino tomado.Des-
cubrí que todo está dentro y no fuera de nosotros. Entonces pretendía que mis alumnos
aprendieran a quererse, pues ahí estaba el secreto.Porque cuando se sabe cuánto vale o
puede valer un hombre, se sabe lo que cada uno quiere y a dónde quiere llegar.O sea que
siempre se debe comenzar por uno mismo y no por el arte. Usted debe primero organizar
su casa, su ser interior y una vez que lo logra, allí comenzamos a hablar de un artista. Es
una pena que la fe no se pueda recetar para ir a comprarla a una farmacia. La fe es un mi-
lagro que se siente, despierta si ha estado adormecida, pero no se la puede inventar.La fe
de nuestro tiempo es una especie de esperanza. Creer es una bella palabra que contiene
toda la historia del hombre, pues de la creencia parten todos los caminos y es la fuente de
la belleza y el sabor de la vida. La fe y la confianza serán eternamente los pilares de la vo-
cación, el contenido de nuestra existencia y el fondo del arte.Podría afirmar que también la
Piedad es importante en un artista y no debe avergonzarse por sentirla,la Piedad es la pie-
dra angular del ser humano que distingue al hombre de la bestia.
Siempre fui enemigo acérrimo de la pedagogía, no sieve para nada, pues siempre se termina
en academismo y éste mata al instinto. Cuando se estudia el alumno debe acercase lo más
fielmente que pueda al modelo, debe observar la naturaleza con mucho detenimiento, luego
el modelo se va al sótano y el artista pinta como su instinto le dicta. solo aquel que ama mu-
cho puede realizar una obra de arte.Las manos son el instrumento del cual se vale el corazón,
la caricia es la respuesta. Quien no acaricia con ellas no ama. Después de todo lo dicho ter-
minaré afirmando que,únicamente cuando nos caen lágrimas de los ojos se habrá llegado a
conocer el sentido de la forma y la enorme densidad del amor en el arte. ¿Me pregunta algo?-
- No maestro gracias -
- Entonces ¡qué San Eustaquio las proteja a las dos! -
Su pasión por el teatro...
En muchas oportunidades, Urruchúa nos mencionó su pasión por el teatro:
- "A pesar de estar en la pintura nunca pude dejar de sentir amor por el teatro, me hu-
biera gustado ser un buen dramaturgo. Mi primera inquietud fue la escenna y segura-
mente comencé a escribir pues estaba más a mi alcance que la pintura.Mi primera pie-
za fue una comedia que apenas recuerdo. Nadie la leyó, salvo Colmeiro pues una de
sus hermanas fue quién la pasó a máquina.En aquel entonces yo conocía muy bien a
las actrices y actores, aunque nunca tuve capacidad para discernir lo bueno de lo ma-
lo veía todas las obras que se entrenaban. Todo me interesaba. Escribí por mucho
tiempo sin dar a leer nada a nadie. Sé que si lo hubiera hecho habría recibido alguna
orientacion, pero en ese momento me dejé llevar arrastrado por esa pasión más instin-
tiva que racional. Alguna vez comencé una pieza dramática que abandoné y aplacé el
teatro por más de cuarenta años.Y para serles franco lo dejé a un lado pero siempre lo
recordaba con mucha tristeza. Me sentía fracasao y eso me dolía amargamente.
Un día llegó a mi taller un verdadero hombre de teatro, se llamaba García Remohí, a él
sí le hice leer todos mis ensayos. El resultado era una crítica severa, me vapuleaba de
lo lindo, pero fue gracias a él que comencé a escribir nuevamente con renovado frenesí.
Las críticas seguían siendo crudas y descarnadas, pero constructivas y provechosas y
yo que no me rindo fácilmente fui muy persistente y logré no quebrantarme por los fra-
casos.Asquini siempre me trató con la distinción de un buen amigo,pero me quedó cla-
ro que la amistad nada tenía que ver con el teatro. Al tiempo caí por un escenario de la
calle Suipacha. Le llevé un tríptico de piezas cortas: "La moneda en el plato", "El largo
silbido"y "Una imagen en la playa". En el primer viaje que realicé a Italia conocí a Julio
Imbert y a su esposa, nos hicimos grandes amigos. Ya de vuelta a la Argentina, él co-
menzó a frecuentar mi taller porque le interesaba la pintura.Cierto día se habló en broma
de montar una de las obras cortas con elementos de mi propio taller. El proyecto fue to-
mando forma y al fin, en serio, se eligió "La moneda en el plato" Imbert, que además de
ser culto y talentoso es un hombre de teatro, se encanrgó de preparar a las cuatro actri-
ces y buscar cómo y dónde estrenarla. No le fue difícil convencer a nuestro amigo Leó-
nidas Barleta para que colaborara poniendo una sala a nuestra disposición.
Se cumplía así, casi sin dificultades, lo que soñé toda mi vida: escuchar, ver y juzgar lo
que había escrito." -
a Roberto Capellini...
Pasaron muchos sábados en los que yo venía pintando libremente y,aunque Urruchúa
me había prohibido pintar con rojo,siempre,de todos los cartones que llevaba,uno tenía
fondo rojo que chillaba como un marrano. Un sábado de noviembre del año 1975,fui lla-
mada al frente con otra alumna.
Romano clavó con tachuelas,pacientemente todos mis trabajos y los de mi compañera.
yo presentaba tres naturalezas muertas a puro verde y amarillo y otra con un fondo color
carmesí que era un espanto.
- ¿De quién son esos trabajos? -
- Míos maestro -
No se enojó, no estalló, no bramó, no nada, con la más absoluta indiferencia me dijo:
- Señorita, bien haría usted en quedarse en su casa y aprendiera a tejer y a bordar -
-Y usted, señora, ¿cómo cree que anda?-
La mujer con cara de asustada no respondió
-Esté contenta como está, esto va muy bien,hay que dejarla tranquila para que se ex-
prese con entera libertad, ¿Me pregunta algo? ¿No? Entonces ¡qué San Eustaquio la
proteja!-
Se sentó sin decir nada más.Yo me fui a sentar sabía que estaba enfadado por el fon-
do carmesí.
Al finalizar la clase se me acercó un hombre muy delgado que portaba bigote y una
incipiente barba candado, el cabello abundante y hondeado le caía sobre los hombros.
- Disculpame,creo que no es justo cómo te trató el maestro - me dijo - Justo a vos que
sos una de las más trabajadoras.
Sonriente le di las gracias.
- Soy Roberto Capellini - se presentó - Te invito a tomar un café, No lo tomes a mal,es
para comentarte algo sobre este asunto, no tengo intenciones ocultas.
Acepté el café, nos fuimos al bar Xun Tanza, que para aquel entonces quedaba por la
calle Entre Ríos y Carlos Calvo, justo a la vuelta del taller.
- MIrá, en mi humilde opinión tenés que desistir de los fondos rojos,hay que saber sos-
tenerlos de lo contrario son una desgracia. -
- ¿Y cómo se sostienen? - estaba ansiosa por saber
- Eso lo vas a descubrir con el tiempo, yo te aconcejaría que para el sábado reduzcas
el tamaño del cartón, lo máximo de grande un 30 x 40 cm, no más. Dedicá todo tu es-
fuerzo a los cartoncitos del amor,soñalos,que cada pincelada esté dada como una cari-
cia, pintá sólo lechugas, nada más. nada de limones, acelgas o coliflores.Nada,sólo le-
chugas.Si me hacés caso estoy bien seguro que el maestro te va a aceptar nuevamente.
Le agradecí su preocupación y el concejo.Nos quedamos charlando bastante tiempo, el
suficiente como para conocernos un poco y tomar de cuando en vez algún cafecito en el
mismo lugar.
De más está decirles que seguí al pie de la letra lo sugerido por Roberto, el domingo cor-
té cartones y con toda la ternura que soy capaz de sentir pinté muchas lechugas.En ver-
dad era sólo una que le había arrebatado a mi mamá de la heladera.
A la noche cuando se la devolví me preguntó sorprendida: "Nena, me querés decir qué
hago yo con esto" La lechuga estaba toda mustia, con dedos de pintura marcada por to-
dos lados. Como toda respuesta le di las gracias con un sonoro beso y alegremente me
fui nuevamente al taller.
Al sábado siguiente Urruchúa se puso muy contesto y me felicitó por todos mis cartonci-
tos del amor, "Todos de primer agua" - Afirmó, lo que significaba que había vuelto al cami-
no de la buena pintura.
Capellini me guiñó un ojo desde donde estaba,yo le tiré un beso a modo de agradecimiento.
El milagro prometido...
El tiempo fue transcuriiendo y yo, como tantos, sufría altibajos en todo lo que pintaba.
A veces recibía felicitaciones otras veces palos,pero nunca más me mandó a tejer y a
bordar.
Ya en el año 1976 pasé al frente con una señora muy agradable y simpática.
- Cómo cree que anda, usted, señora -
La mujer le respondió con una tímida sonrisa
-Esté muy contesta como está, ¡esto está más que bien! Usted ha logrado comenzar a
transitar el camino de la gran pintura y la felicito, esos limones están pintados con el al-
ma, podría decirse y no creo que se pierda ya,ahora tiene que guardar a este cartón co-
mo piloto. Siga pintando con entera ibertad pero compare cada cuadro que hace con es-
te, si el nuevo se sostiene quiere decir que también es de primer agua, de lo contrario
vuelva a comenzar tantas veces como sea necesario, ¿Me entendió? -
-Ay, maestro, ¡no sabe cuánto esperé para que me dijera esto! ¡Estoy tan contenta!-
-Y sí, señora, tiene que saltar de alegría ya que todo el esfuerzo ha sido suyo y aquí tie-
ne su recompensa. La felicito otra vez y festeje el triunfo pues lo ha logrado -
La señora no cabía en sí de alegría, yo creo que si se hubiese animado le hubiera dado
un beso al maestro.
- Esos cartones son suyos, señorita- afirmó para sí.
Urruchúa se levantó para verlo una vez y otra vez más.
-No entiendo, le aseguro que es la primera vez que no entiendo,esto que presentó no es
gran cosa, pero usted al igual que la señora,va a estar dentro de la gran pintura y no fuera -
Se levantó nuevamente y echó un vistazo como para asegurarse - Y sí, así es no más.
¿Cómo llega? ¡no sé ni me lo explico! pero su destino es estar dentro del camino del arte -
Me miraba contrariado, quizá quería tener la respuesta a ese enigma, no lo sé. Repentina-
mente se escucharon aplausos y silbidos de aprobación por parte de mis compañero, esa
era la forma de decirnos bravo, siempre que alguien, en este caso nosotras,pasabamos de
nivel, por decirlo de algún modo.
- Bueno, ahora sí, pueden irse a festejar cada una con su cada quién ¡Las felicito a las dos!
¿Qué San Eustaquio las proteja y les ilumine el camino! -
El ocaso de un semidios...
En diciembre de 1977 Demetrio Urruchúa, nuestro maestro, cerró las puertas de nues-
tro taller para siempre. La esfermedad que sufría ya no le permitía escaparse de la tu-
tela de su esposa e hijas como tantas otras veces lo hizo.
El gran dragón que había incendiado a tantos con su fuego se fue apagando lentamen-
te, sin prisa y sin pausa.
Ese año Sergio Lorberbaum oficiaba las veces de secretario, lo iba a buscar a su piso
de la Avenida Alvear y lo acompañaba.
Al llegar al patio del viejo conventillo, Urruchúa no aceptaba la ayuda que se le brinda-
ba. Avanzaba con mucha lentitud,como si temiera lastimar a las baldosas desparejas.
Apoyándose en la pared,iba saludando a todos los que cruzaba en el camino,también
se sonría y hacía chanzas.
Era impresionante sentir la veneración y el respeto por esa orgullosa dignidad a punto
de ser vencida.El maestro luchaba como un viejo león para ganar la pequeña gran bata-
lla que significaba atravesar la escasa distancia y cuidadosamente subía la empinada
escalera de hierro a rombos para no caer en aquel escalón que nunca fue arreglado y
seguía atado con un cable.
La cantidad de alumnos no había mermado, seguíamos fielmente a quien nunca nos ha-
bía abandonado.
Las clases se iban desarrollando con la dinámica de siempre, pero su hablar era pausa-
do, podía confundirse, podía tartamudear, lo podía todo, Pero nunca ninguno se atrevió
a decir que no lo entendía y humillarlo.
Recuerdo que una vez Urruchúa se sentía muy cansado y Sergio decidió mostrar sus
cuadros mientras el maestro dormitaba de a ratos.
- ¡La flauta! - exclamé admirada - ¡qué lindo que pinta el vasco! - Le comenté en voz baja
a una compañera que tenía sentada a mi lado-¡Mirá qué rojos! ¡Otra que de primer agua!-
- Pero nena, ¿vos no sabés quién es el maestro Demetrio Urruchúa?-
- Sí, nuestro maestro - Respondí sin dejar de mirar las obras, embelesada.
- Es un gran pintor argentino, de la talla de Spilimbergo, Policastro, Daneri, Soldi, ¿sigo?-
La miré perpleja, nunca lo hubiera imaginado, como ven era un cascote que pintaba.
- Es el fundador del movimiento muralista en el año '45, pintó los techos de una Galería
de Flores y la Galería Pacífico con...-
- ¡Ya me acuerdo!, él lo mencionó, pero en su momento no lo relacioné, para mi Urruchúa
es mi maestro -
Tanto tardé en reconocerlo que en verdad me avergonzaba.
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