domingo, 24 de abril de 2011
Flores de casamiento
Ese sábado de agosto llegué bastante tarde porque tuve la visita de unos tíos a la ho-
ra de almorzar y no pude deshacerme del compromiso familiar,por lo que salí de casa
lo sufucientemente retrasada como para pasar al frente luego del recreo.
Cuando Romano llamó, caí en cuenta que mi compañera era una muchacha que fre-
cuentaba por primera vez el taller.
La joven vestía una especie de túnica de dos lienzos gruesos atados a la cintura de un
modo original, tenía el cabello castaño muy largo y bien cuidado y les diré que no re-
cuerdo sus facciones,pero su porte era regio, tal es así que cuando me quise sentar el
maestro me sugirió la dejara sentar en el sillón.Como ese día el taller estaba repleto no
tuve otra opción que la de sentarme en el suelo.Romanito clavó con tachuelas toda la
cantidad de cuadros que ella había llevado: Varios paisajes de ocasos y amaneceres
marinos, y otros tantos jarrones con flores multicolores.Mis tres naturalezas muertas,si
bien no eran demasiado pequeñas, no podían competir con tanta fastuosidad.
Luego de la correspondiente presentación formal y rigurosa con los dos apellido, de pa-
dre y madre, Urruchúa cordialmente quiso saber más acerca de la alumna nueva.
- ¿De qué origen son? -
- Los dos islraelíes , maestro -
- Usted también es israelí, señorita -
- No, soy argentina pero hace poco regresé de Israel, me invitaron para realizar una ex-
posición.-
- ¿Estos son los cuadros que usted mostró en ella?-
- Sí, y tuve críticas muy favorables, mi familia está orgullosa...-
- Disculpe que la interrumpa, señorita, quiero saber si siempre pinta estos temas -
Urruchúa ya estaba acodado en el posabrazos con las manos cruzadas en el mentón,
la voz no había variado era totalmente afable.
- Sí, adoro el mar, especialmente a estas horas, maestro, los rojos son tan intensos,
los amarillos tan brillantes, y ese cielo entre azul y violáceo, son colores a los que no
puedo resistirme.
- Y ¿las flores? -
- ¡Ah, sí! también las flores,son indispensables para poner un toque muy colorido y variado.
Como verá los jarrones están pintados de diferentes colores para satisfacer el gusto de
cada espectador .
La muchacha se expresaba acompañando las frases con ademanes muy sueltos y feme-
ninos, casi podría decir seductores.
- Y por simple curiosidad, señorita, ¿vendió alguno? -
- ¿Puede creer que no?, pero seguramente el año próximo... -
- ¡Bueno, terminemos con tanto palabrerío! -Exclamó Urruchúa casi como un bramido que
sobresaltó a la joven - Aquí mis alumnos no se andan con tantas explicaciones y eso que
presentan muy buenas obras,porque todo lo que trajo puede tirarlo a la basura.No sirve pa-
ra nada -
- ¡¿Cómo dice?! - Estalló la muchacha, olvidando su amanerada majestuosidad.
- Lo qué oyó, señorita,esas marinas no son si no postales copiadas de cualquier parte y las
flores son de casamiento, están demasiado perfectitas, prolijas, ¡un disparate! Y le digo más,
ve esos cartones que están ahí - se refería a los míos - ¡son mejores que los suyos! - vocife-
ró de tal modo que hasta yo me sobresalté - Y eso que la señorita es un desastre. Pero se
puede ser un mal pintor pero nunca un mentiroso, ella todavía tiene tiempo de crecer y desa-
rrollarse, mientras que usted, si sigue por este camino no va a llegar a ninguna parte. Si pre-
tende ser mi alumna tiene que comenzar como todos, recibir la primer clase y hacer todo lo
que yo le diga. Aquí el único que sabe y manda soy yo - Esas son mis condiciones, pero us-
ted está muy creída y agrandada, no creo que tenga la sufuciente humildad para lograrlo.
La joven se levantó indignada y sin preámbulos, ayudada por Romano fue descolgando sus
telas enmarcadas.
- ¿Me pregunta algo? - Se dirigió a mi ya más apaciguado.
- No, maestro, gracias -
- Pues ¿qué San Eustaquio la proteja!, señorita -
En silencio esperé a que Romano me diera mis cartoncitos, y me fui a sentar.
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