domingo, 24 de abril de 2011
a Roberto Capellini...
Pasaron muchos sábados en los que yo venía pintando libremente y,aunque Urruchúa
me había prohibido pintar con rojo,siempre,de todos los cartones que llevaba,uno tenía
fondo rojo que chillaba como un marrano. Un sábado de noviembre del año 1975,fui lla-
mada al frente con otra alumna.
Romano clavó con tachuelas,pacientemente todos mis trabajos y los de mi compañera.
yo presentaba tres naturalezas muertas a puro verde y amarillo y otra con un fondo color
carmesí que era un espanto.
- ¿De quién son esos trabajos? -
- Míos maestro -
No se enojó, no estalló, no bramó, no nada, con la más absoluta indiferencia me dijo:
- Señorita, bien haría usted en quedarse en su casa y aprendiera a tejer y a bordar -
-Y usted, señora, ¿cómo cree que anda?-
La mujer con cara de asustada no respondió
-Esté contenta como está, esto va muy bien,hay que dejarla tranquila para que se ex-
prese con entera libertad, ¿Me pregunta algo? ¿No? Entonces ¡qué San Eustaquio la
proteja!-
Se sentó sin decir nada más.Yo me fui a sentar sabía que estaba enfadado por el fon-
do carmesí.
Al finalizar la clase se me acercó un hombre muy delgado que portaba bigote y una
incipiente barba candado, el cabello abundante y hondeado le caía sobre los hombros.
- Disculpame,creo que no es justo cómo te trató el maestro - me dijo - Justo a vos que
sos una de las más trabajadoras.
Sonriente le di las gracias.
- Soy Roberto Capellini - se presentó - Te invito a tomar un café, No lo tomes a mal,es
para comentarte algo sobre este asunto, no tengo intenciones ocultas.
Acepté el café, nos fuimos al bar Xun Tanza, que para aquel entonces quedaba por la
calle Entre Ríos y Carlos Calvo, justo a la vuelta del taller.
- MIrá, en mi humilde opinión tenés que desistir de los fondos rojos,hay que saber sos-
tenerlos de lo contrario son una desgracia. -
- ¿Y cómo se sostienen? - estaba ansiosa por saber
- Eso lo vas a descubrir con el tiempo, yo te aconcejaría que para el sábado reduzcas
el tamaño del cartón, lo máximo de grande un 30 x 40 cm, no más. Dedicá todo tu es-
fuerzo a los cartoncitos del amor,soñalos,que cada pincelada esté dada como una cari-
cia, pintá sólo lechugas, nada más. nada de limones, acelgas o coliflores.Nada,sólo le-
chugas.Si me hacés caso estoy bien seguro que el maestro te va a aceptar nuevamente.
Le agradecí su preocupación y el concejo.Nos quedamos charlando bastante tiempo, el
suficiente como para conocernos un poco y tomar de cuando en vez algún cafecito en el
mismo lugar.
De más está decirles que seguí al pie de la letra lo sugerido por Roberto, el domingo cor-
té cartones y con toda la ternura que soy capaz de sentir pinté muchas lechugas.En ver-
dad era sólo una que le había arrebatado a mi mamá de la heladera.
A la noche cuando se la devolví me preguntó sorprendida: "Nena, me querés decir qué
hago yo con esto" La lechuga estaba toda mustia, con dedos de pintura marcada por to-
dos lados. Como toda respuesta le di las gracias con un sonoro beso y alegremente me
fui nuevamente al taller.
Al sábado siguiente Urruchúa se puso muy contesto y me felicitó por todos mis cartonci-
tos del amor, "Todos de primer agua" - Afirmó, lo que significaba que había vuelto al cami-
no de la buena pintura.
Capellini me guiñó un ojo desde donde estaba,yo le tiré un beso a modo de agradecimiento.
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