domingo, 24 de abril de 2011
El taller de la Libertad.
Urruchúa no tenía la menor duda que debía ser pintor, ya que más allá de su sacrificio,
dedicación y entusiasmo, no podía dejar de serlo.
-"Que quién les habla sufrió mucho para llegar a la Gran Pintura, sufrió como un perro,
pero llegó" - nos decía.
Amaba su taller en el que tantos padecimientos había sufrido en invierno y en verano.
Allí había trabajado sin descanso para mantener a su familia,también había sido frecuen-
tado por toda clase de gente,tal es así que al poco tiempo se hizo famoso en muchas
cuadras a la redonda. Después de haberse mudado al piso de la calle Alvear no lo dejó,
por el contrario lo mantuvo como atelier personal.Allí se fueron congregando tal cantidad
de alumnos que siguió con su tarea de guía.
"Viví entre mis alumnos horas tan agradables que no creo que maestro alguno las haya
vivido" Escribió en su libro "Memorias de un pintor".
Lo visitaba diariamente, a diario realizaba el mismo ritual: Abría la mole gris de entrada,
el tintinear de las llaves convocaba al cuzquito blanco y negro de la gallega que lo recibía
a grandes saltos y no le permitía avanzar.
-Ven aquí,infierno con patas - voceaba la mujer desde la primer pieza -suelta a ese hom-
bre - Y la figura regordeta de Doña Consuelo se dejaba ver en el claro del patio, escoba
en mano amenazaba al inquieto Averno que intentaba escabullirse de la paliza que nunca
llegaba.
- Buenas tardes, maestro -
- Buenas tardes, señora - sonriente la dejaba mascullando amagos contra su descarado
chucho.
Urruchúa avanzaba con pasos cortos y firmes,subía la escalera de hierro a rombos abría
la puerta de madera gris, desdibujándose en la penumbra cálida de las primeras horas de
la tarde. Tomaba la escoba y barría cuidadosamente el suelo desparejo.No podía pintar si
no barría.Después se disponía a realizar alguna obra. A la media tarde tomaba alguna me-
rienda frugal y dejaba de pintar a la hora del crepúsculo para volver a su casa.
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Hermoso !
ResponderEliminarGracias por compartir.
Abrazos, Myrna