domingo, 24 de abril de 2011

Su pasión por el teatro...


En muchas oportunidades, Urruchúa nos mencionó su pasión por el teatro:


- "A pesar de estar en la pintura nunca pude dejar de sentir amor por el teatro, me hu-
biera gustado ser un buen dramaturgo. Mi primera inquietud fue la escenna y segura-
mente comencé a escribir pues estaba más a mi alcance que la pintura.Mi primera pie-
za fue una comedia que apenas recuerdo. Nadie la leyó, salvo Colmeiro pues una de 
sus hermanas fue quién la pasó a máquina.En aquel entonces yo conocía muy bien a 
las actrices y actores, aunque nunca tuve capacidad para discernir lo bueno de lo ma-
lo veía  todas las obras  que se  entrenaban. Todo me  interesaba. Escribí por mucho 
tiempo sin dar a leer nada a nadie.  Sé que si lo hubiera hecho habría recibido alguna 
orientacion, pero en ese momento me dejé llevar arrastrado por esa pasión más instin-
tiva que racional. Alguna vez comencé una pieza dramática que abandoné y aplacé el 
teatro por más de cuarenta años.Y para serles franco lo dejé a un lado pero siempre lo 
recordaba con mucha tristeza. Me sentía fracasao y eso me dolía amargamente.
Un día llegó a mi taller un verdadero hombre de teatro, se llamaba García Remohí, a él
sí le hice leer todos mis ensayos. El resultado era una crítica severa, me vapuleaba de 
lo lindo, pero fue gracias a él que comencé a escribir nuevamente con renovado frenesí. 
Las críticas seguían siendo crudas y descarnadas, pero constructivas y provechosas y
yo  que no me rindo fácilmente fui muy persistente y logré no quebrantarme por los fra-
casos.Asquini siempre me trató con la distinción de un buen amigo,pero me quedó cla-
ro que la amistad nada tenía que ver con el teatro. Al tiempo caí por un escenario de la
calle Suipacha. Le llevé un tríptico de piezas cortas: "La moneda en el plato", "El largo 
silbido"y "Una imagen en la playa". En el primer viaje que realicé a Italia conocí a Julio 
Imbert y a su esposa, nos hicimos  grandes amigos. Ya de vuelta a la Argentina, él co-
menzó a frecuentar mi taller porque le interesaba la pintura.Cierto día se habló en broma
 de montar una de las obras cortas con elementos de mi propio taller. El proyecto fue to-
mando forma y al fin, en serio, se eligió "La moneda en el plato"  Imbert, que además de
ser culto y talentoso es un hombre de teatro, se encanrgó de preparar a las cuatro actri-
ces y buscar cómo y dónde estrenarla. No le fue difícil convencer a nuestro amigo Leó-
nidas Barleta para que colaborara poniendo una sala a nuestra disposición.
Se cumplía así, casi sin dificultades, lo que soñé toda mi vida: escuchar, ver y juzgar lo
que había escrito." - 

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